17 de noviembre de 2011

Fastidiosamente Bonita

Fastidiosamente bonita: así estaba cuando se levantó de la mesa.
"No hay manera de mirarla como para que se vea fea". Esto lo había pensado muchas veces,  no estaba seguro si seguiría vigente, porque hacía muchos años que no nos veíamos.
Hoy me convencí de que es cierto.

Ese brillito húmedo de sus ojos, cargado de odio comprensivo; sabía que no había maldad en lo que le había dicho: se dio cuenta de que no la había entendido y le daba bronca. Por eso tan enojada.

Seguimos siendo amigos. Eso creo.

Me dijo chau y me sonrió así nomás, como dolida, y se fue por entre las mesas del bar dándome la espalda. La miré todo el tiempo mientras se iba. Conservaba las mismas curvas que en la época de la facultad. Un poco mas machacadas si se quiere,  igual de tentadoras.

Pensar que nunca le pude poner las manos encima.

Ahora no me dan ganas; después de tantos años de amistad es como que el interés se pierde. La empezás a ver como a una mesa, un aparador, un cactus; no sé. Cualquier cosa.
Horas de charla, intercambio de problemas, canje de dramas, licuados de anécdotas, campeonato de consuelos. La carne se transforma en una especie de plasma amigable y donde había un culo bonito pasa a haber tejido epidérmico redondeado...

Mentiras. Me muero de ganas de tocarla.
Cuando terminó de salir del bar ya tenía diez años menos.

Luego llegó el mozo; atento. Tenía el moñito torcido.

-  ¿Qué desea el caballero?

-  Que no haya mas guerras, que ella me perdone, y una Gini lima limón.

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