11 de marzo de 2016

Historia Breve IV

Innecesariamente, el fantasma abrió la puerta y abandonó la habitación. Podría haberla atravesado.

4 de marzo de 2016

Miradas y un Camino de Cascotitos de Ladrillo

En una plaza, estoy sentado en un banco. En el banco de enfrente, camino de cascotitos de ladrillo de por medio, hay una atractiva señorita.
La miro; me devuelve la mirada.
La miro de nuevo, ya no me mira. Bajó la mirada, mira el camino de cascotitos.
Llega un hombre flaco; la mira. Ella lo mira, le sonríe por compromiso.
Él se sienta en el banco junto a ella. Me mira; lo miro.
Llega un perro por el camino de cascotitos de ladrillos; lo miramos. El perro no nos mira; huele.
Huele los zapatos de la señorita, luego huele mis zapatos. Se sienta en el camino.
Me mira, mira a la señorita y mueve la cola, contento.
El hombre flaco mira a la señorita, enojado. Me mira a mi, enojado, mirá al perro, enojado. El perro lo mira, jadea y mueve la cola.
El perro nos mira y jadea; cuanto más jadea el perro, con mas furia me mira el hombre flaco.
El hombre flaco, sin dejar de mirarme, amaga levantarse. Se vuelve a sentar.
Un hombre con uniforme de policía se sienta a mi lado. El hombre flaco baja la vista. No lo quiere mirar.
El policía me mira, lo saludo con un movimiento de cabeza. Estoy feliz de que haya llegado.
El perro sigue jadeando y moviendo la cola. El hombre flaco me mira de reojo. Me hace una seña que no entiendo, pero que no me gusta.
La señorita atractiva mira al policía, el policía la mira y la saluda. Afirmativo.
Miro a la señorita, ella no me devuelve la mirada. Mira la lejanía, la nada; y de reojo al hombre flaco.
El hombre flaco toma un cascotito y se lo arroja, despacito, sin fuerza, al lomo del perro.
El perro deja de jadear y lo mira. Se le erizan un poco los pelos de la nuca. A mi también.
La señorita atractiva se levanta y se va, el hombre flaco, con la cabeza gacha, la mira irse, de refilón, notablemente molesto. El policía la mira irse, contento, le complace su jean ajustado.
El perro jadea, pero no mueve más la cola.
Evidentemente, el hombre flaco no quiere cruzar la mirada con el policía.
Evidentemente, yo no quiero cruzar la mirada con el hombre flaco. No me gustó ese gesto raro.
El policía me mira, se acomoda la gorra, hace un ademán que podría pasar por un saludo y se va.
El hombre flaco lo mira irse de reojo, esboza una mueca de placer.
Tomo un puñado de cascotitos de ladrillo, en ese instante en que no me mira.
El policía se aleja.
El perro está quieto, no jadea. Yo estoy quieto, aferro los cascotitos en la mano. Tampoco jadeo.
El hombre flaco se levanta del banco como un resorte.
Le arrojo el puñado de cascotitos en la cara.
Ipso facto(*), el perro se lanza sobre él y le clava los dientes en la muñeca de la mano derecha. Se le cae un arma sobre el camino de cascotitos.
Doy media vuelta y me voy corriendo. Rápido. A todo lo que doy.
El hombre grita. No se si me mira; tampoco me importa demasiado.


(*) Wikipedia dice que Ipso facto se usa de manera incorrecta como sinónimo de rapidísimo. Me ne frega.