Jerónimo había empezado jugando juegos de rol por internet. Luego de una larga cadena de contactos -estoy resumiendo- terminó enganchado en un grupo donde todos tenían un interés común: destruir la imagen de Papá Noel. Los motivos de pertenencia al grupo eran variopintos: católicos queriendo recuperar la imagen del Niñito Dios en el pesebre, el desprecio a una tradición anglosajona asociada a una Navidad que transcurre en invierno en el hemisferio norte y que nada tiene que ver con el continente sudamericano, el no tolerar una imposición arrolladora del marketing mundial... y así podría seguir. Pero la cuestión es que se había armado una red social bastante nutrida alrededor de esto.Quiero ser Dickens: este es mi triste cuento de Navidad.
Jerónimo hacía mas de un mes que estaba sin trabajo y ya se había gastado la indemnización del último despido. Casi no salía de su vivienda; le dedicaba muchísimas horas a internet, sobre todo a esta red social anti Papá Noel; comía mal; tomaba mucho; se aseaba poco. Su meta en la vida había pasado a ser figurar en el foro de los que hicieron algo para colaborar a destruir la imagen de Santa Claus. Había de todo: desde uno que se robó 25 trajes de Papá Noel de una tintorería y los prendió fuego hasta otro que meó una estatua del susodicho en la puerta de un shopping center. Toda se hacía en nombre de La Causa. Él no había aportado nada a La Causa.
Jerónimo se decidió a salir a buscar un nuevo trabajo cuando se dió cuenta de que no le iba a alcanzar el dinero para pagar la factura de internet y le iban a cortar el servicio. No iba a poder seguir siendo parte de La Causa. Y la Navidad se acercaba.
Jerónimo solía tener suerte cuando la necesitaba. Al poco de salir de su casa y caminar unos metros se encontró con un amigo que se iba a anotar para un trabajo: era para repartir volantes de una casa de deportes disfrazado de Papá Noel. Su alma se iluminó. Si conseguía anotarse con su amigo y lo llamaban para ese trabajo, entonces podría juntar el dinero que necesitaba y hacer algo por La Causa.
Ahí estaba Jerónimo, unos dias después, vestido de Papá Noel, repartiendo a desgano folletos, pensando como ejecutar su atentado en nombre de La Causa. Su plan era pobre. Tal vez la mala alimentación del último tiempo hacía su parte. En principio, prendería fuego el vestuario donde se juntaban todos a cambiarse el traje y guardarlo para el dia siguiente (eran como treinta repartidores de folletos). Rociaría con kerosene la puerta de entrada al vestuario. La prendería fuego y huiría corriendo.
Pero Jerónimo no tenía plata para gastar en kerosene. Primero tendría que conseguir un adelanto de la paga para comprar el kerosene. Y fósforos.
Mientras Jerónimo pensaba como podía conseguir el adelanto, sintió un aguijonazo en el cuello seguido de un gran ardor, luego otro, y otro más. Después no sintió más nada. Quedó tendido boca abajo en un charco de su sangre. Gente que estaba cerca y un policía pasaba de casualidad lo vieron todo y lograron reducir al asesino que gritaba "lo hice por La Causa, lo hice por La Causa... carajooooo...".
No era como Jerónimo se lo había propuesto, pero al fin y al cabo había colaborado con La Causa. Lástima que su nombre no iba a aparecer en los foros.
Jerónimo, un mártir.
ResponderEliminarMuy bueno, Potoca.
Abrazo.