30 de enero de 2012

El Kimidiniño

Inés, el Galleta y yo, tomábamos juntos las clases de primera comunión en la parroquia del barrio, hace poco mas de 20 años, en la ciudad de Santa Fe.
Luego de las clases, todos los sábados, nos cruzábamos a la plaza que está frente a la parroquia.
Allí en la plaza, esperábamos un rato a que nuestros papás vinieran a buscarnos.
Nos intrigaba mucho un chillido que salía de las palmeras.
Era como que alguien chillara y silbara al mismo tiempo.
-Son chicharras- decía yo, sabiendo que no lo eran. El canto de la chicharra, tan típico de la siesta santafecina, es mas rasposo.
Parecían chicharras, pero no era igual.
Un sábado Inés dijo:
-Es un Kimidiniño.
-¿Y eso que es?-  preguntó el Galleta (el Galleta gustaba de Inés).
-El Kimidiniño es un animal que vive en las palmeras y solo come duraznos al natural. Quien lo mira fijo a los ojos, se convierte en Kimidiniño también.
-Que bolazo, eso lo sacaste de un dibujo animado- la interrumpí.
El Galleta, para lucirse delante de Inés, infló el pecho y salió directo hacia las palmeras.
-Yo voy a mirarlo a los ojos y no me va a pasar nada- dijo con infantil valentía.
-No vayas- le gritó Inés.
El Galleta se paró debajo de las palmeras y miró hacia arriba. Se escuchó un chillido muy agudo que me hizo doler los oídos.
Inés cerró los ojos, gritó (como sólo saben gritar las chicas de diez años) y salió corriendo hacia donde venía su padre. Yo, movido por el cagazo, la imité.
El sábado siguiente el Galleta no fue a la clase de comunión, y el siguiente tampoco. En realidad no fue nunca más.
Mis padres me dijeron que la familia se había ido a vivir a Rosario. Los de Inés le dijeron lo mismo.
Intimamente a Inés y a mi nos carcomió la duda por años. Con el tiempo nos cagamos de risa de la anécdota.
Hace dos semanas fui a Rosario por trabajo.
Iba caminando por la peatonal y lo vi; era el Galleta, como a diez metros frente mío.
El me vió, nos reconocimos. Nos miramos a los ojos unos segundos. Levanté la mano para saludarlo.
Abrió la boca y chilló, con ese chillido característico que salía de las palmeras de la plaza, dió media vuelta y salió huyendo entre la muchedumbre.
No se que pensar. No me animo a llamarla a Inés. Me miro al espejo todas las mañanas y sigo siendo el mismo.
Ayer fui al supermercado y de regreso en casa, cuando abrí el baúl, me encontré con que había cargado 15 latas de duraznos al natural. No recordaba haberlo hecho.
Estoy asustado.

3 comentarios:

  1. jajaj muy bueno! abrazo
    me gustó!

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  2. Muy bueno!!! Los kimidiños existen, en serio enero 31/12

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  3. Me gustó mucho, Potoca.
    El remate no me hace pensar en Dick. Me hace pensar el Lovecraft.
    Abrazo.

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