Resultó ser que el muchacho tenía dos novias; la rubia, la de toda la vida, y la de pelo negro, una adquisición mas reciente.
La rubia no tenía ni idea de la existencia de la morocha. La de pelo negro creía que ella era la primera mujer en su vida. Nunca se cruzaban una con otra pues el muchacho piloteaba muy bien la situación.
Lo que no piloteaba bien era la moto. Se llevó por delante un cartel de publicidad. Fracturas múltiples: ambos brazos, ambas piernas, la mandíbula y las costillas.
Imagínenlo, todo enyesado, sin poder moverse, medio anestesiado en la cama del hospital.
No estoy seguro que es lo que le dijo a la enfermera cuando esta le avisó que comenzaba el horario de visitas, pero cuando la enfermera salió al pasillo y dijo: "puede pasar la novia", se levantaron las dos al mismo tiempo.
Primero dudaron, luego se miraron fijamente, sin pestañear, resoplaron por la nariz simultáneamente y se les inflamaron las venas. Entraron las dos a los empujones, muy a pesar de las protestas de la enfermera.
Dentro de la sala de terapia comenzaron a insultarlo, a increparlo; un dueto de sopranos profiriéndole groserías. El no podía hablar con la mandíbula fracturada, asi que solamente se limitaba a que le caigan unos lagrimones, imaginando la que le esperaba cuando saliera. Ellas también lloraban.
En ese cuadro, en la fotografía de ese momento. ¿Quién es la víctima?.
Yo no me alcanzo a dar cuenta.