Habíamos alquilado una cabaña en las afueras de la ciudad de Bariloche. El lugar era hermoso, pero el acceso un tanto complicado, pues finalizado el trayecto de pavimento, debíamos hacer unos setecientos metros por calle de tierra y ripio, con muchos pozos, curvas, subidas y bajadas.
La tarde en que arribamos no fue tan difícil llegar, era de dia y las calles estabas señalizadas con sus nombres. Dejamos los equipajes y salimos al centro de la cuidad a dar un paseo.
Al volver era de noche, la iluminación de la zona era deficiente, no se veían los carteles de las calles y no estábamos seguros de haber tomado el camino correcto. En un determinado momento hago una mala maniobra y agarro un pozo con la rueda delantera derecha del auto,
Suerte, papi... -exclamó contenta una de mis hijas- estamos cerca de la cabaña. Este es el mismo pozo que te chocaste cuando pasamos hoy a la tarde.