28 de marzo de 2014

El Cornudo Feliz

Han de ser escasísimas las historias en las que un sujeto víctima de la infidelidad de su pareja, llámese cornudo para ser mas coloquial, se sienta extremadamente feliz y afortunado de serlo. Les he narrado en otra entrada de este blog, sin ir mas lejos, una historia de un cornudo feliz pero que ignora serlo. Sin embargo, hoy tengo para contar una de esas rarezas de las que me llaman la atención. Llamaremos Bombito al personaje en cuestión, para no ponerle ningún nombre de pila que podamos asociarlo a alguien conocido. Bombito, pues, ha practicado el cornudismo prácticamente desde que inició sus relaciones sentimentales. Su novia de toda la vida, que luego se convirtió en su esposa, ha tenido sexo con otro hombre a menudo. Aclaremos que lo engañó siempre con el mismo sujeto -el Ricky- para que no crean ustedes que hablamos de una ramera o atorranta cualquiera. Dentro de su infidelidad mantuvo siempre cierta línea de conducta.
La cuestión es que la pareja de Bombito, primero en el noviazgo, luego en el matrimonio, era muy prolija y disimulada en la práctica de la infidelidad. Esto sumado a que Bombito no se destaca por su capacidad de análisis de su entorno, le otorgaba a ella el marco perfecto para que mantuviera un delicado equilibrio entre el matrimonio y la aventura con el Ricky.
Algunos pocos allegados no muy cercanos a Bombito lo sabían, pero el asunto no trascendía. 
Hasta que se enteró César Bateya, un íntimo amigo de Bombito. Bateya no podía decírselo así nomás, sin anestesia, conocía desde hace mucho tiempo a Bombito y su esposa y no quería colgarse el cartel de iniciador de un divorcio. Mas, como no podía callar, optó por el popular y siempre efectivo mensaje anónimo. Le hizo llegar un papelito dentro de un sobre que decía "Bombito, vigilá un poco mas de cerca a tu jermu. Capaz que te caga. Te lo digo de onda."
Bombito acusó el golpe. Reconoció en el texto la forma de expresarse del César Bateya, mas no le comentó nada a nadie. Estuvo meditabundo y casi sin hablar varios días hasta que pareció digerir el mensaje y reaccionar.
Un día le dijo a su esposa que tenía que trabajar horas extras, que iba a volver tarde; mentira.
Se quedó espiándola, la vio subir al automóvil verde metalizado del Ricky. Los siguió. Entraron en un albergue transitorio. Se quedó parado en la vereda frente al hotelucho. Todavía no sabía que les iba a decir cuando salieran. Con el corazón estrujado, esperando ahí paradito, frente a la salida del hotel, levantó la vista y vió una agencia de lotería. Para hacer tiempo se cruzó a jugar un Quini 6. El local estaba lleno y para cuando salió de la agencia, el auto verde metalizado estaba saliendo. Suspiró. Se guardó el billete del Quini 6 en el bolsillo de la camisa y se tomó un colectivo a su casa.
Al otro día se enteró de que fué el único ganador del sorteo: a sus bolsillos la friolera de 34 millones de pesos.
¿Y que creen que hizo? ¿Venganza contra ella y el Ricky? ¿Contrató sicarios para asesinarlos? ¿La humilló con solicitadas en los diarios, demostrándole lo que se perdió por haberle sido infiel? ¿Se gastó los millones en fiestas con costosas prostitutas?
Nada de eso.
Su razonamiento fue: si ella no me hubiera sido infiel, yo no la habría perseguido. Si no la hubiera perseguido, no habría visto esa agencia de loterías. Si no hubiese visto esa agencia, no habría cruzado a jugar la boleta ganadora. 
Por lo tanto, gracias a que mi mujer me hizo cornudo ahora soy millonario.
Así que jamás le guardó rencor, al contrario, siempre fue un agradecido a su mujer por haberle sido infiel. Y también al Ricky, que además, como es contador, lo asesoró sobre como armar su cartera de inversión y le hizo rendir muy bien la platita. 
Y vivieron todos felices para siempre.

8 de marzo de 2014

Nada

Te quería decir que el otro día, cuando íbamos caminando por la vereda de la calle Francia, por la cuadra esa que está llena de fresnos que dan una sombra muy fresca en verano y que creo que son de la misma variedad que los que tiene mi tia Ester en el patio de su casa donde la semana pasada los albañiles le terminaron el quincho en el fondo y le quedó buenísimo, te digo, un dia de éstos tendríamos que ir a comer un asado aunque ahora, con el gasto que tuvo con los materiales vamos a tener que llevar la carne nosotros, sino, ni miras que la vieja amarreta tire unas costillas a la parrilla, y menos ahora que el concubino que era el que hacía los asados se le fue de la casa. No se si ella lo tenía medio podrido y se le mandó a mudar o que cosa... porque también dicen que él le metía los cuernos ¿sabés con quien? con la gorda Cabral que nos daba matemática en sexto grado de la primaria. Yo hubiera puesto las manos en el fuego que la gorda nunca iba a pegar un novio, que su vida eran las matemáticas y los problemas de ingenio pedorros que nos hacía resolver: ¿te acordás que el único que los resolvía era el Carlitos Fernández?, que en realidad no los entendía, sino que tenía el cuaderno del hermano mayor que los había resuelto el año anterior, y Carlitos los copiaba de allí. El hermano si que era inteligente: entró en el Instituto Balseiro de Bariloche y todo, pero después se tuvo que volver porque rindió dos veces mal Termodinámica y creo que eso no lo permiten y te mandan de vuelta a tu casa. Eso lo frustró y cuando se volvió no quiso estudiar mas nada y terminó dando clases particulares de física y química en una academia que abrió en la calle Francia, por la cuadra esa que está llena de fresnos que dan una sombra muy fresca en verano.