18 de junio de 2015

Contigo no Necesito GPS

Habíamos alquilado una cabaña en las afueras de la ciudad de Bariloche. El lugar era hermoso, pero el acceso un tanto complicado, pues finalizado el trayecto de pavimento, debíamos hacer unos setecientos metros por calle de tierra y ripio, con muchos pozos, curvas, subidas y bajadas.
La tarde en que arribamos no fue tan difícil llegar, era de dia y las calles estabas señalizadas con sus nombres. Dejamos los equipajes y salimos al centro de la cuidad a dar un paseo.
Al volver era de noche, la iluminación de la zona era deficiente, no se veían los carteles de las calles y no estábamos seguros de haber tomado el camino correcto. En un determinado momento hago una mala maniobra y agarro un pozo con la rueda delantera derecha del auto,
Suerte, papi... -exclamó contenta una de mis hijas- estamos cerca de la cabaña. Este es el mismo pozo que te chocaste cuando pasamos hoy a la tarde.

4 comentarios:

  1. Los niños prestan atención a detalles que el resto del mundo pasa por alto, siempre, como si esa fuera su habilidad especial...

    Saludos

    J.

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  2. Es cierto, es un extraordinario don que perdemos al madurar.

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  3. La pregunta no tendría que ser: cómo pudimos tropezar con la misma piedra dos veces. Sino: cómo esa piedra puede seguir allí, después de habernos hecho caer.

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    Respuestas
    1. Ah, si lo supiera yo, Alma Vacía, no estaría escribiendo en esta blog, sino que vendería cientos de miles de libros de autoayuda.

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